Para los mas entendidos el crimen perfecto pasa por: "no hay cuerpo no hay crimen". Puedo aceptarlo. De hecho, existen miles de esos casos y sin entrar en el doloroso terreno de los desaparecidos por la dictadura militar, pero yo me refiero a otro "concepto". El famoso "no hay cuerpo no hay crimen", a mi modesto entender, no califica en su totalidad como crimen perfecto. Precisamente porque no le consta a la humanidad que se haya cometido un crimen. Ocultar el cuerpo es ocultar el crimen. Es lógico y obvio. Quien busca el crimen perfecto, busca que se sepa que se ha cometido un crimen, pero que es imposible atrapar al autor.
Todo esto viene a cuenta por un sueño que tuve. Soñaba con hongos mexicanos y moléculas vacías. Un sueño bastante sencillo de interpretar para los que gustan de esas cuestiones "oniricointerpretativas". Un tipo vestido de científico, o por lo menos, vestido de ayudante de científico, apareció de la nada justo cuando yo estaba en el desierto de Sonora contemplado unas graciosas moléculas vacías luego de haber ingerido 14 hongos que encontré tirados por ahí. El tipo era muy alto. Demasiado para considerarlo normal y humano. Tenia todo lo que tiene un humano, pero su altura me despertaba unas dudas terribles. No lo se. Quizás eran los hongos. Se presentó haciendo gala de una amabilidad insoportable:
"Me llamo Raúl Peterson, Licenciado en Contemplaciones Desérticas. Lo noté muy preocupado y es mi profundo deseo exonerarle tamaña inquietud. ¿Me permite?".
"¿Ah?"fue lo único que logré pronunciar mientras unos hilos de baba caían por las comisuras de mi boca.
"Deje de buscarle vueltas sofisticadas al crimen perfecto. Eso es para las películas. La realidad del crimen perfecto es otra".
"¿Aha?".
"Por supuesto. Un cantante under de rock under estaba obsesionado con ejecutar el crimen perfecto. No comía, no dormía, no hablaba con nadie. Su única actividad era pasar el día pensando en el crimen perfecto. El destino le puso una 38 en la mano. Se la cambió a un pendejito de la calle por unos platos de comida. -¡Ojo!- le advirtió el pendejito -tiene una boleta-. Al cantante no le importó. Principalmente porque no sabia lo que era una boleta. Así pues, el cantante ya tenia un instrumento para ejecutar el crimen perfecto. Un instrumento de verdad. Un crimen de verdad. Pensó en ciertas personas. Rencores. Diferencias. Discordias. Valían la pena para un crimen común, pero no para el crimen perfecto. Su obsesión era el crimen perfecto, no la venganza o el castigo. El crimen perfecto".
"Se dio cuenta de todo mientras lo ejecutaba. Pensó y actuó simultaneamente. Su frialdad fue terrorífica. A las 13 horas de un jueves de noviembre de 1999, abordó un ómnibus de larga distancia con destino a la capital de otra provincia. Llegó cuando ya era de noche. 21, 21:30. No portaba bolsos. Nada en ese rockero under llamaba la atención. Ni siquiera sus dreadlocks. Era uno mas entre los tantos que se obsesionan con una moda. Buscó el centro comercial de la ciudad. No estaba muy lejos de la terminal de ómnibus. Caminó. Vio un bar muy elegante y con poca clientela, y decidió tomar un cortado. En el televisor del local estaban dando Casablanca. Versión coloreada. Por un breve instante sintió una molestia en la espalda. Una sensación inexplicable. Miró hacia atrás. No había nada en especial. Quizás fantasmas. Esperó hasta la memorable secuencia de -tocala de nuevo...- y abandonó el bar. Se alejó del centro. Caminó sin apuro ni sentido por calles que le eran nuevas, pero a la vez muy similares a las de su ciudad. Contempló las construcciones. Pensó en arquitectos, pensó en estudiantes de arquitectura, pensó en una facultad, en los mismos profesores, en los examenes, en la tesis, en el alejamiento de los estudiantes, en el trabajo, en los planos, en la construcción, en el mismo estilo. Aquí o 400 kilómetros. Vio a un tipo salir de su casa. Un perfecto desconocido. Lo siguió. El rockero under no sentía nada. Absolutamente nada. Se acercó con la calma digna de un santo. Extrajo la 38. Cuando estuvo a un paso del perfecto desconocido, le disparó a la nuca".
"Ni siquiera se detuvo a contemplar el cuerpo. Siguió caminando como si paseara por las calles de otra ciudad. De hecho, estaba paseando por las calles de otra ciudad. Buscó la terminal, compró el pasaje, esperó la hora de partida y abordó el ómnibus. Eso fue todo".
"Hubo un crimen. El cuerpo estaba. Todo lo demás sigue siendo un misterio que los investigadores jamas lograran entender. Ni mucho menos resolver. No fue una venganza, no fue un ajuste de cuenta, no hubo un asalto. Hubo un crimen sin ningún motivo aparente. La lógica de los investigadores es triste y ridícula. Ellos confían en que el motivo les llevará directo al autor. Entonces, ¿qué pasa si no encuentran el motivo? ¿No existe el autor?. Así es para ellos. Hoy por hoy el caso está archivado".
"El rockero under nunca mas volvió a cometer un asesinato perfecto. Simplemente por una cuestión de buen gusto. La repetición lo hubiese convertido en un vulgar asesino serial, en un vulgar psicópata con motivos vulgares relacionados con profundos traumas vulgares. Tanta vulgaridad le hubiese provocado vómitos. Una cosa es dar muerte y otra cosa es dar asco".
Y de pronto, ya no estábamos en el desierto de Sonora. Estábamos en un bar muy elegante y con poca clientela. En el televisor del local estaban dando Casablanca. Blanco y negro. No era la versión original. Era la versión coloreada. En blanco y negro era mi sueño.
"Me confundí" admitió el licenciado en contemplaciones desérticas. "Quería llevarlo al recuerdo de la vida que supo tener la víctima. El perfecto desconocido. Pero lo traje al bar. Sepa disculparme. A veces equivoco las vías-oníricas. ¿A usted no le pasa?.
"No se manejar".
"¡¿Y qué espera para aprender?!".
"La economía no me da para comprar un sueñomovil".
"Lo siento".
"Yo lo siento mas".
Miré hacia una mesa y vi a un joven que nos daba su espalda. Tenia la cabeza llena de draedlocks.
"Ese es, ese es...". Exclamé.
El joven movió la cabeza y miró por sobre su hombro izquierdo. Me clavó los ojos. Luego se desentendió de mi.
"Ese es. Sin embargo, usted le está dando otro rostro. Usted está soñando con que el asesino tiene la cara de otro tipo". Explicó Raúl Peterson. "Mal sueño. Muy mal sueño. Lo tendría que haber dejado en el desierto con su 'autointoxicación'. Pero bueno. Ese era el momento preciso para ponerlo al tanto del crimen perfecto. Las ordenes que vienen de arriba son inevitables. Yo le avisé: el pibe ha consumido unos hongos. no va a entender nada. El de arriba dijo: no me importa. Anda y ponelo al tanto".
En el televisor se escuchó: "tocala de nuevo, Sam..." y el joven de los dreadlocks se puso de pie y abandonó el bar.
Y de pronto, ya no estábamos en el bar. Estábamos en un living normal de una casa normal de barrio normal de ciudad normal de provincia normal. Ocupabamos unos mullidos sillones de buen cuero marrón y observabamos en absoluto silencio a un hombre maduro que contemplaba un televisor encendido. Casablanca estaba por concluir. Final memorable si los hubo.
"Esa es la víctima" avisó Raúl Peterson "Emilio Kraftwerk. Ingeniero Agrónomo. Una persona impecable en todos los aspectos. Hace un mes perdió a su esposa y a sus hijos en un accidente aéreo. Ahora está completamente solo. Aquel que fue un esposo y un padre ejemplar, que daba la vida por su familia, que no media los esfuerzos ni le importaba los sacrificios por los suyos, se ha quedado solo. Piensa cometer un acto que lo terminará por hundir en el mas profundo de los infiernos..."
Era obvio que Emilio kraftwerk no podía notar nuestra presencia. O quizás, no le importaba. Dos perfectos desconocidos salidos de la nada y ocupando los sillones de su living, no podían ser otra cosa que absurdos fantasmas en plan de mirar televisión.
"Cuando esa película termine, Emilio Kraftwerk abandonará la casa y buscará el suicidio. Nada peor que el suicidio para condenar el alma. ¿Usted cree en el Alma, joven soñador?".
"Supongo que si". Le contesté a Raúl Peterson.
"Nada peor que el suicidio".
Y en ese instante, Casablanca terminó. Emilio kraftwerk apagó el televisor con el control remoto y se puso de pie. Buscó la puerta y salió a la calle. Un perfecto desconocido lo salvó del infierno.